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Como todos sabemos, tomar la decisión de trasladar a un padre, familiar o compañero de vida a una residencia de ancianos nunca es fácil: tememos que se sientan abandonados y que no se sientan cómodos en su nuevo hogar, tanto porque supone un cambio sustancial de estilo de vida como porque se alejan de su casa original, de sus afectos y de su entorno habitual. La fase de integración en una residencia de ancianos debe abordarse paso a paso, aportando continuamente nuestro apoyo y cercanía, tanto física como emocional, a la persona para la que organizamos el traslado.